Neurociencia de la empatía negativa

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Fundamentalmente conlleva actividades desagregadas, primero la “empatía cognitiva”, base del conocimiento racional del otro. Funciona a partir cortezas cerebrales de asociación complejas; cómo el lóbulo prefrontal, la corteza temporal y zonas de intersección entre el lóbulo parietal y el temporal. Por otro lado se describe la “empatía emocional” relacionada con la sensibilidad emotiva, primeramente inconsciente para luego hacerse consciente. Localizada en zonas subcorticales del cerebro, especialmente en dos importantes estructuras: el cingulado anterior y la ínsula. Zonas del inconsciente que hacen sentir lo que siente el otro. La empatía podría interpretarse con el sustento de la teoría de la mente, que implica entender intersubjetivamente a la otra persona.

Esta teoría se basa en las neuronas en el espejo, descritas por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti de la Universidad de Parma, hace ya varios años. Siendo neuronas que se prenden ante lo que hace el otro; tanto ante actos motores, cómo ante factores afectivos

Quizá la empatía no sea exactamente igual a la teoría de la mente, pues implica sentimientos subjetivos más complejo de estos procesos.

Puede presentar incluso instancias paradojales; por ejemplo en una relación interpersonal médica con un paciente altamente empática, puede conllevar a una expresión emocional de excesiva fuerza, pudiendo ser contraproducente.

Un exceso de empatía produciría una instancia perjudicial, pues ciertos sujetos resultan empáticos y otros no. Puede llevar a una necesidad inconsciente de discriminar a sectores que resultan no empáticos. Como plantea el psicólogo Paul Bloom de la Universidad de Yale, se puede empatizar cuestiones inmediatas más cercanas y no las mediatas más trascendentes, como por ejemplo el cambio climático.

La empatía es un proceso modificable a partir de diferentes influencias externas. Pues los grupos pueden emocionar por diferentes instancias e influencias. La empatía puede así generar un sentimiento positivo, sin embargo ese afecto puede implicar conflictos internos. Podría llevar a problemáticas como depresión o ansiedad extrema ante fracasos, como es el caso de estudiantes de salud que emocionan en forma extrema una relación .

En ese sentido existen algunos estudios que muestran que cuando las personas observan a una persona en forma individual se produce una empatía directa, llevando a una reacción empática positiva. Sin embargo cuando los procesos son grupales se inclinaría la emoción hacia estructuras que estén unidas a nuestra identidad. El proceso empático en ocasiones, podría llegar a ser contraproducente, en el sentido que se relacione mucho más con la discriminación del otro grupo con el cual no se empatiza.

Adam Smith en el siglo XVIII adelantó que la base de la teoría social se encuentra en la relación con ponerse en el lugar del otro, para poder entenderse uno mismo. En ese sentido la empatía sería el epifenómeno de este proceso. Habría que diferenciar el proceso empático que tiene que ver con emoción del otro, con el proceso de meditación de benevolencia positivas. Que implica meditar en pos del beneficio emocional del otro. El proceso empático posibilita angustiarse y confundirse a diferencia de la meditación benevolente que siempre conlleva afectos positivos.

Un el planteo diferente fue el formulado por el Fenomenólogo Edmund Husserl; hablando de un proceso diferente a la empatía, llamada “impatia”. Implicando primero identificarse a uno mismo, para luego poder incorporar al otro. Este proceso deja la idea de primero pensarse para luego poder capturar al otro

La empatía puede ser un arma de doble filo, pues en varios estudios se observa cómo se puede manipular que alguien no sea empático. Se consigue así inclinar fuertemente la balanza hacia un grupo o persona. Apuntalando a una posible ideologización; esto puede suceder en ideas sociales basadas en posverdades. Convencimientos rápidos, sostenidos en la influencia informativa numérica y/o repetitiva; puede generar empatía o por lo contrario “empatía inversa”.

Un ejemplo interesante sobre el manejo de la empatía se observa en el cine, sentiremos de manera diferente a un personaje, si al mismo lo observamos desde afuera o si la cámara muestra lo que un personaje observa. Incluso se puede generar simpatía con personajes violentos o corruptos.

Un experimento muy sugestivo realizado por Tania Singer del Instituto Max Planck de Neurociencia Cognitiva de Leipzig mostró cómo las personas que se muestran como agresivas generaron respuestas neurológicas de menor empatía. Así, la mayoría de los probandos que los observaban, no se angustiaron ante duros castigos que recaían sobre ellas. Existe en este estudio una diferencia de predominio de menor empatía en los hombres, que en las mujeres; en las que fue más difícil la rápida ruptura de la empatía. Quizá las mujeres sean más difíciles de engañar.

El altruismo y el egoísmo serían dos instancias antagónicas más simples como parte de la conducta de una sociedad.

La empatía , más compleja, podría además ser patológica. Algunos investigadores plantean generalmente que puede ser considerada como base fisiopatológica de los trastornos personalidad antisocial, como sucederìa en los delincuentes. En este punto no sería afectada la circuitería neuronal, como algunos trabajos muestran; más bien podría encontrarse una alteración en la emocionalidad patológica que genera. La angustia del otro podría generar sensaciones de placer. Esto muestra a las claras como empatía y el altruismo en estos casos no es lo mismo.

Puede considerarse a las operaciones políticas de odio como trabajos que manipulan los procesos empáticos. Consecuencia y causa de post verdades que pueden generar conductas emocionales sociales.

En ese punto lo más factible es que la población siente su posición contra un grupo de personas, reforzando su relación con su grupo de pertenencia.

La empatía puede tener dos caras de la moneda en cuanto la conducta social; parangonar forzosamente la empatía con el altruismo es un error. La empatía puede, a veces, ser un proceso negativo.

Luis Ignacio Brusco es un médico, investigador y educador argentino especializado 
en neurociencia.​  Es Investigador Independiente de CONICET​ 
Profesor Titular de Psiquiatría y Salud Mental en la Facultad de Medicina 
de la Universidad de Buenos Aires.​ 
Fundó y preside la Asociación Neuropsiquiátrica Argentina

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