La quiero, la añoro, recuerdo nuestros buenos momentos; la playa ventosa, la arena caliente, el mar espumoso, el sol brillante, la cerveza fría, la música fuerte y las carreteras rápidas.Recuerdo haberla conocido en alguna escalera perdida en esa punta, a una altura de la noche donde ni mi nombre recordaba. Su sonrisa caprichosa y tímida, que no otorgaba fácilmente, fue lo que me encandiló. La quise, o por lo menos creo que lo hice; le susurraba palabras de amor al oído a la orilla del mar en la noche y me acariciaba el pelo durante el día. Ella era lo único que me ataba a mi pasado, a mis calles, a mis veredas, a mí; estás tan lejos que ya no te recuerdo, se me dificulta imaginarme tu cara, hay otro afortunado tocando a mis puertas buscando sustituirte y creo que lo dejé pasar, pero no te confundas, porque te quiero mucho pero no da para más.
Ese fue el final a su parecer. Tajante, al grano, conciso, sin vueltas, típico de Ella. Después del duelo de dejar mi pasado atrás, caí en la conclusión que a sus ojos no era más que un amor de verano, pero si ella pudiese verse a través de los míos, sabría que era mi única esperanza de tocar el cielo con las manos.
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